Nos levantamos a las 6:30 h , y tras desayunar nos hicimos la foto con todo el equipo ya que Phillip, y su camión, así como Merche, se despedían de nosotros para volver a windhoeck (capital de Namibia) y recoger a un nuevo grupo.
Tras eso, nos montamos en las lanchas rápidas por el río Okavango y por medio del delta durante 1:30 h. Aunque hacia frío tan de mañana, era una preciosidad el paisaje e íbamos buscando algún pájaro muy especial, baranos y vimos nuestro primer cocodrilo. Éste, aunque no muy grande (2 metros aprox) era impresionante verlo desde 2 metros de distancia y sin nada entre el y nosotros. No se movía, estaba quieto, aprovechando el sol para calentarse.
Al llegar al punto de llegada, dejamos allí las mochilas grandes, y con una pequeña, nos dirigimos a los Mokoros. Estas son unas barcas antiguamente hechas de ahuecar un tronco y que sirven para ir por el delta. Son conducidos por una persona con una pertiga, al estilo de las góndolas de Venecia.
Durante una hora estuvimos en el Mokoro, disfrutando del paisaje dentro de la absoluta calma. Lo único que lo perturbó, fue ver una manada de 5 elefantes bañándose a unos 100 metros de nosotros. Era muy especial, sentirse tan cerca y ya en plena naturaleza y sin un camión entre nosotros y los animales.
Llegamos a una isla donde íbamos ha hacer nuestra última acampada libre del viaje. La isla, estaba medio del delta, y lo hicimos muy cerca del río, y en una zona determinada porque es una isla con animales.
Por la tarde, tomamos de nuevo el mokoro, con la intención de ver hipopótamos, pero no pudo ser, aunque, aun sin ello, mereció la pena. Ademas se completó con la puesta de sol en el mokoro.
Nos prepararon la cena en la isla nuestros cocineros, y encendimos el fuego fuerte para así ahuyentar a posibles animales. Tras cenar, los nativos, que nos conducían en los mokoros, nos hicieron unos bailes y cánticos de esta zona.
Unas Amarulas, unas historias alrededor del fuego y a la cama, que como siempre, hay que madrugar.
Ya nos queda poco del viaje, y estamos viendo muchísimas cosas y tan diferentes, pero ese rato al final del día, que hemos hecho muchos de los días, tomando una cerveza, o una amarula, alrededor del fuego charlando los poquitos que nos solemos quedar a esas horas, es uno de los mejores momentos del día...
Es algo que ya no hacemos, sentarnos alrededor de una hoguera, en medio de quien sabe donde, charlar y compartir.
Tras eso, nos montamos en las lanchas rápidas por el río Okavango y por medio del delta durante 1:30 h. Aunque hacia frío tan de mañana, era una preciosidad el paisaje e íbamos buscando algún pájaro muy especial, baranos y vimos nuestro primer cocodrilo. Éste, aunque no muy grande (2 metros aprox) era impresionante verlo desde 2 metros de distancia y sin nada entre el y nosotros. No se movía, estaba quieto, aprovechando el sol para calentarse.
Al llegar al punto de llegada, dejamos allí las mochilas grandes, y con una pequeña, nos dirigimos a los Mokoros. Estas son unas barcas antiguamente hechas de ahuecar un tronco y que sirven para ir por el delta. Son conducidos por una persona con una pertiga, al estilo de las góndolas de Venecia.
Durante una hora estuvimos en el Mokoro, disfrutando del paisaje dentro de la absoluta calma. Lo único que lo perturbó, fue ver una manada de 5 elefantes bañándose a unos 100 metros de nosotros. Era muy especial, sentirse tan cerca y ya en plena naturaleza y sin un camión entre nosotros y los animales.
Llegamos a una isla donde íbamos ha hacer nuestra última acampada libre del viaje. La isla, estaba medio del delta, y lo hicimos muy cerca del río, y en una zona determinada porque es una isla con animales.
Por la tarde, tomamos de nuevo el mokoro, con la intención de ver hipopótamos, pero no pudo ser, aunque, aun sin ello, mereció la pena. Ademas se completó con la puesta de sol en el mokoro.
Nos prepararon la cena en la isla nuestros cocineros, y encendimos el fuego fuerte para así ahuyentar a posibles animales. Tras cenar, los nativos, que nos conducían en los mokoros, nos hicieron unos bailes y cánticos de esta zona.
Unas Amarulas, unas historias alrededor del fuego y a la cama, que como siempre, hay que madrugar.
Ya nos queda poco del viaje, y estamos viendo muchísimas cosas y tan diferentes, pero ese rato al final del día, que hemos hecho muchos de los días, tomando una cerveza, o una amarula, alrededor del fuego charlando los poquitos que nos solemos quedar a esas horas, es uno de los mejores momentos del día...
Es algo que ya no hacemos, sentarnos alrededor de una hoguera, en medio de quien sabe donde, charlar y compartir.